Encuentro los aeropuertos especialmente atractivos.
Sus rincones inmaculadamente luminosos, el sonido de las ruedas de cientos de valijas llenas de sueños y pesares, la voz clara que anuncia arribos y partidas sobre nuestras cabezas, las turbinas en las pistas y el murmullo de gente que llega y se va crean una atmósfera única. Sus terminales simbolizan el primer paso -o el último- en un camino lleno de experiencias nuevas; cada pasajero trae y se lleva un sinfín de historias y expectativas que los demás desconocen. Business or pleasure? No interesa; todos se vuelven iguales dentro de estas enormes cajas de concreto y cristal que nos lanzan a vivencias increíbles.
Desde este modesto aeropuerto virtual invito a los pasajeros a embarcarse con xNashh Airways en un vuelo sin escalas a los rincones de mi mente, tan compleja y única como cualquier otra.
Les deseo un vuelo agradable.

Nashh Kinney.

Sunday, May 8, 2011

El reloj marcaba las 02:07. Era muy temprano para la cantidad de alcohol que ya circulaba por mi organismo, pero era tarde para salvar la noche. Hice un silencio mental. No pude evitar preguntarme "¿Salvar la noche?". Es imposible salvar la noche. Cualquiera de mis noches. Debería ser consciente de que simplemente no tienen remedio. De manera inmediata mi mente me mostró las otras noches. Esos recuerdos de aquellas noches nuevas, llenas de... Noche. En el sentido más abarcativo de la palabra. ¿Qué era esto? Esto no merecía ser llamado "noche".
Afortunadamente el reproductor estaba en aleatorio, y la vida quiso que empezara a sonar una canción más movida. Aprovechando este empujón del destino, sacudí la cabeza en un intento de limpiar todos esos pensamientos patéticos y empezar de nuevo desde otra perspectiva. Lo conseguí -además de terminar sintiéndome particularmente mareado-. Apagué el cigarrillo que venía consumiéndose solo hacía varios minutos y me acomodé en la silla. Miré el escritorio (el físico, el de verdad, el de madera), dentro de lo que el monitor iluminaba. El vaso vacío, el cenicero lleno, un encendedor, una taza que llevaba ahí varios días y el intento de ensayo manuscrito que había abandonado unas horas atrás. Sonreí al leer todas las anotaciones en los márgenes de la hoja, que nunca tomaron forma sobre los renglones. Me concentré en el vaso vacío.
Respiré hondo, mis pulmones se llenaron de aire viciado y tanteé detrás del monitor para hacerme con la botella de vodka que esperaba en la oscuridad. Después de todo, merecía un último vaso. Después de todo, podría ser peor.

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