
Se encontraban un par de veces a la semana. Sus padres lo ignoraban. Habían acordado que mantenerlo en secreto sería una prioridad. Pasaban horas bajo esos árboles, conversaban en silencio. Empezaron a crecer juntos. Y encontrarse en aquel lugar comenzó a hacerse una regla. Con el tiempo se hicieron más íntimos. Se veían cuando podían, los estudios les demandaban mucho tiempo. Pero siempre que podían, se reencontraban junto al árbol. A él le encantaba hacerla enojar. Esa expresión de enojo que no lo era le divertía. Ella también fingía un poco, era un juego donde los dos ganaban siempre. En el otoño, corrían de la mano sobre las hojas secas. Cuando fue invierno, él la abrazaba y todo pasaba. Al llegar la primavera bastaba con arrancar una flor de algún jardín para verla sonreir de nuevo. Y en el verano.. Bueno, el verano los encontró separados. Y ya no era un juego.
Pasaron los meses y el otoño volvió a llegar. Las hojas secas de repente se volvieron el peor recuerdo. Los abrazos,ausentes. Las flores, sólo algo que preferían evitar.
Dejaron de frecuentar esos pasajes, jamás volvieron a cruzarse. Sólo en algún que otro sueño, o en alguna vieja carta cuyas cenizas guardaban.
Pasó tanto tiempo que los jardines donde pasaban tardes enteras desaparecieron, los árboles dieron paso al concreto, los abrazos se perdieron en el vapor. El sol ya no abrigaba esas esquinas, los edificios apenas dejaban ver el cielo. El ruido había silenciado a los pájaros. Y fue entonces cuando se reencontraron.
Dejaron de frecuentar esos pasajes, jamás volvieron a cruzarse. Sólo en algún que otro sueño, o en alguna vieja carta cuyas cenizas guardaban.
Pasó tanto tiempo que los jardines donde pasaban tardes enteras desaparecieron, los árboles dieron paso al concreto, los abrazos se perdieron en el vapor. El sol ya no abrigaba esas esquinas, los edificios apenas dejaban ver el cielo. El ruido había silenciado a los pájaros. Y fue entonces cuando se reencontraron.
Él había adoptado el uso de un sombrero debido a su calvicie, y el tabaco había hecho estragos en su aspecto. Ella llevaba algunas bolsas de compras, y se le hacía difícil caminar por momentos.
Intentaron aplacar la emoción. Sofocaron el impulso. Se sonrieron tratando de no mostrar demasiado entusiasmo, intercambiaron algunas palabras disfrazadas de desinterés. Pero no pasó mucho tiempo hasta que bajaron la guardia. Al final de la tarde, mientras el sol se ponía, todo volvió a ser lo que era. Se durmieron bajo esos árboles, tras esos arbustos... Siendo sólo ellos y el mundo.
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